lunes, 28 de septiembre de 2009

"¡Papá, soy la ponencia que no has querido leer!"

Por: CARLOS MONSIVÁIS
Me llamo Amparo Solís Click y soy hija de madre pospuesta. Entiéndanme: no de madre soltera ni de madre abandonada en el altar, nada tan melodramático, sino simplemente de madre pospuesta, la que ocupa un sitio lejano en las preocupaciones del progenitor. Esto no quiere decir que nuestros padres no se hayan amado; sí lo han hecho, y no han tenido graves enfrentamientos. No, esta no es una queja, déjenme aclarar.
Siempre he creído que una persona crece educada por sus padres o por la madre, y también por la tutela de algunas fotos, no las digitales de ahora, meras impresiones fabricadas para el desvanecimiento, sino bajo la de las fotos como se debe, muy bien impresas, bien enmarcadas, atentas a fomentar la impresión de la personalidad de los retratados, eternamente dignos. Para mi mala fortuna, yo no he tenido fotos que cumplan el papel de tutores y he debido conformarme con la vaga orientación de las instantáneas, siempre ajenas a la consejería espiritual.

Vuelvo a mi experiencia. Mi padre, y este es el trauma de mi vida, no tuvo tiempo para mí. Demasiadas veces, mi madre me ha contado la separación. Todo comenzó cuando yo tenía uno o dos años de edad y al coautor de mis días lo invitaron a sustentar una ponencia en un Encuentro de Buena Voluntad Académica. Por compromiso él aceptó, redactó las páginas necesarias sobre un tema, "Neoliberalismo y destino humano, dos fuerzas complementarias, dos oposiciones salvajes", y las leyó ante el asombro creciente de los asistentes. El resultado: ovación de pie y felicitaciones interminables.

En mis indagaciones, he hablado con el mejor amigo de mi padre en aquella época, hoy investigador consagrado. Al preguntarle sobre el éxito inaudito de mi progenitor, me miró con suavidad paternal y me dijo: "Eres una mujer de gran madurez, por eso te seré franco, como académico, en ensayos o tratados o simples artículos: tu padre era más bien un segundón. Como ponente, y más estrictamente como autor y lector de esa que fue su primera ponencia y que yo he escuchado varias veces, siempre con la misma emoción, era notable. Con él, y no creo exagerada la afirmación, nace la categoría de ponente en su dimensión autónoma y muy creativa. No me acuerdo bien ni del tema ni de las tesis que sustentaba, pero no olvido el énfasis vibrante, la sonoridad de los conceptos, la vibración con que entonaba algunas frases, la técnica que le permitía alcanzar el sueño de los ponentes, que los asistentes se sientan parte del texto leído, es decir, parte de la solución de un problema recién descubierto".

Sigo con mi investigación de hija asombrada. De allí en adelante, el éxito llevó a mi padre de un coloquio a otro, de un simposio al siguiente, de un congreso a los sucesivos. Se integró a esa especie avasalladora, el congresista profesional. De manera que a mi madre le parecía muy curiosa, al final le pedían que leyera la antigua ponencia que, otra vez, provocaba el mismo arrebato. Esto, me aclaró María de los Ángeles Veraza, académica distinguida, no es tan extraño como parece, porque en rigor a la mayoría de los ponentes eméritos les pasa lo mismo (aclaro que la categoría de ponentes eméritos se instauró hace apenas dos años que mi padre fue el primer homenajeado.) Hubo un ponente, del folclor internacional, que leyó un día su paper sobre "México en la conciencia", y de allí se siguió repitiendo exactamente tesis y palabras con mínimas variantes en el título: "Conciencia, la de México", "Sin conciencia no hay México", "La inconsciencia no puede ser mexicana", y así durante 40 años, hasta que murió mientras leía un texto insólito: "México, conciencia, conciencia, México". Lo que también, me aclaró María de los Ángeles, no es insólito. Un número elevado de académicos actúa de modo similar, y nunca publican sus ponencias viajeras por temor de que algún intrépido las lea y eso aminore el efecto de sus intervenciones. Se ha dado el caso inaudito de un académico con tres décadas a horcajadas de su ponencia, que enloqueció y se presentó al Registro Civil para la adopción formal de sus páginas. Gritaba: "¡Esta ponencia no es como mi hija! ¡Es mi hija!". Y la siguió leyendo en su cubículo acolchado en el sanatorio siquiátrico. Tengo una sola foto con mi padre, él y yo y mamá, los tres. Mi personita en la cuna y ellos contemplándome amorosamente. Así nomás. Fue el día en que salió de casa para ir a un Congreso de Semiótica Facilona. Desde entonces ha vivido en los aeropuertos, y el regreso al hogar se le ha dificultado por la irrefrenable explosión de encuentros internacionales. Y mi padre asiste a todo, aferrado a la consigna: no hay que perderse reunión porque, ya se sabe, quien falte a una perderá el ritmo ponencial.

No digo que en todo este tiempo no haya vuelto a casa, pero no me ha tocado verlo porque son visitas fugaces y o no estoy o duermo o mi mamá me ahuyenta antes para no compartirlo. Y todo ha sido leer sus postales o luego sus e-mails desde Singapur o Dakar o San Pedro Sula, o donde se realice el congreso. Una vez mi padre invitó a mi madre a juntarse con él en un simposio sobre Vocablos Prohibidos por Desconocidos, porque tendría dos días libres antes de un congreso muy importante. Se vieron, se abrazaron, se fueron al cuarto, y ella estuvo dos días intensos transcribiendo la ponencia que seis lustros antes había capturado por vez primera.

La curiosidad me subyugó, debería conocerlo. Y me consagré a su persecución. El primer año nada conseguí. O me equivocaba de sala en el encuentro, y, quién lo duda, si uno se equivoca de panel ya nunca lo hallará, o lo confundía con alguien muy parecido, lo abrazaba y besaba ante su desconcierto, o entraba a la reunión, me quedaba dormida de inmediato y al despertar estaba sola. Me desesperé: "Es inútil". Me di una última oportunidad. En Internet vi que mi padre sería el orador principal de un simposio sobre "Amazonas extinguidas dentro de las especies", que tendría lugar en Sydney. Como pude, y no me pidan que describa los métodos, conseguí el dinero y me fui. Con sobornos y amenazas obtuve sitio en la sala donde un admirador más hubiese causado una explosión nuclear. Al anunciar la nube de ovaciones al ponente más famoso del mundo, el éxtasis me llevó al desmayo. Nadie me hizo caso. Es un dogma: en una conferencia en verdad magistral sólo hay un protagonista. Al volver en mí, ya era tarde. Mi padre se había ido a otro simposio en Piedras Negras y percibí con dolor la maldición: nadie, nunca, llega a conocer o tratar a un ponente de prestigio internacional, que sólo tiene tiempo para escribir o revisar ponencias en los aviones y duerme mientras las lee en los congresos.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Consejos a los que gobiernan

Por: CARLOS MONSIVÁIS
CUANDO EL CONTEXTO ESTÁ FUERA DE CONTEXTO

Un político debe aprender lo esencial: el trato con los medios informativos, la estrategia de la respuesta correcta a la pregunta inhóspita o candorosa o francamente malévola. A este respecto, quizá el maestro más adecuado sea un ex alto funcionario, especializado en enfrentar los cuestionarios más abruptos y salir airoso. El ex dignatario recién publicó su tratado De mi paso por la vida pública. Consejos a los que vienen, de 17 mil 200 páginas (versión reducida), del que ofrecemos una primicia.

QUE NUNCA LO SORPRENDAN CON LA FRASE SINCERA O LA VERDAD EN LA MANO

Jamás permita que se le pregunte así nomás. No es conveniente hacerlo porque: a) es falta de respeto para la investidura que se tiene o se ha tenido; b) son ganas de que usted y los lectores o espectadores pierdan el tiempo con un interrogatorio dañino para la moral de la República (todo lo que le molesta a usted daña la moral de la República); c) es de mala educación preguntar con tal de enterarse; d) es de mala educación saber lo que hay que contestar; e) a nadie le gusta que lo interroguen una vez que terminó su educación formal; f) quita la gana de estar a gusto; g) si uno deja que le pregunten sobre su gestión pública, traslada la República al horario triple A. Pongo ejemplos de entrevistas que he resuelto con mi método de disciplina de la elocuencia.

Periodista: ¿Qué dice usted a las acusaciones de que ganó el poder gracias a un magnofraude?

(Consejo: sonría primero con franqueza, mire a la cámara con ojos cándidos, vuelva a sonreír.)

Funcionario (o ex funcionario): Una pregunta muy interesante, amigo mío, que exige una respuesta meditada. Porque el tiempo es el mejor aliado del conocimiento. Es evidente, y lo que le voy a decir no es en modo alguno un agravio para su niñez, es evidente que hoy está usted más al tanto de lo que pasa en el país y en el mundo, que cuando tenía cinco años de edad. ¿Por qué es así? Porque la vida es un proceso, y sólo los que van de un lado a otro, del nacimiento a la muerte, pueden jactarse de haberlo recorrido de pie a pla. ¡Ah, no perdón! Se dice de pie a pa.

(Consejo: en este momento, el periodista intentará desviar el curso de su amena respuesta para preguntarle algo pesado. Atájelo de inmediato.)

Funcionario (o ex): Con todo gusto le respondo porque sé de su seriedad y profesionalismo. Pero antes, y como una cortesía para el público que nos está viendo (o que nos leerá), déjeme decirle: heredé el poder en condiciones tranquilas, pero terribles, y desdichadas, pero institucionales (equilibre siempre las respuestas para que no lo acusen de parcial o de claridoso). En mi periodo de gobierno (si todavía está en funciones, diga simplemente: vivimos en tiempos difíciles, y ninguna pregunta me sorprende, porque sé que todos debemos ganarnos la vida en algo), todo fue exitoso, y aquí está el testimonio de seis periódicos daneses, cuatro de Nigeria y uno de Noruega. Véalos con rapidez, que tengo que devolverlos ya a las respectivas hemerotecas. Todos coinciden en que yo hice (haré) más por mi país que todas las administraciones del siglo XVIII juntas (a estas alturas, muy probablemente los periodistas estén furiosos o desesperados. No dé señales de advertirlos, no los mire, siga con la vista fija en la cámara televisiva o en la grabadora, sonría siempre). Bueno, como le decía, no soy yo quien dice que mi gobierno fue (será) impecable. Lo dicen críticos de la realidad mexicana tan estrictos y tan conocedores como Mbatu Kruamah de Nigeria y Jors Nlfanten de Noruega, ampliamente conocidos en la zona del Bajío por sus análisis de las sanas repercusiones de la guerra cristera en la Edad Media (cuando uno hace estas afirmaciones eruditas, suele desconcertar).

(Consejo: los periodistas van a estar tan exasperados, que conviene ceder un poquito, pero bajo condiciones.)

Periodista: Licenciado, ¿cuál es su responsabilidad en la cadena de macrofraudes que cometieron varios miembros de su familia? ¿Y qué sabía usted al respecto?

(Sonría en forma amable y con un gesto de confianza, algo que descodificado quiera decir: "Lo he contestado tantas veces, que no me explico dónde vivían ustedes".)

Funcionario o ex funcionario: Una pregunta muy pertinente porque la sociedad, la nación y la tribu de las ONG tienen derecho a mi versión. Le diré, confiando en su responsabilidad profesional y en su amor a las instituciones. No sabía nada, absolutamente. Vamos, ni siquiera sabía que yo mismo era miembro de mi familia. En rigor, me enteré cuando salió un reportaje en una revista cuyo nombre no retengo, en la página 26, tercera columna. Decía: "El primo abusadillo". Le pregunté a una persona de confianza: "¿Y éste quién es?". Me dijo: "Es su primo, señor". Y le respondí, así como se lo estoy contando: "¿Cuál primo? Si yo no tengo parientes desde que llegué aquí". Y me contesta: "Es su primo hermano, bueno, lo era antes de que usted tomara posesión". Y nomás comenté: "¡Ah chispiajo!". Y no, se los digo aunque les sea difícil creerme, pero luego les será más fácil, nomás que recuerden que yo siempre he hablado con la verdad, con la neta como dicen los jóvenes, ésos que tanto confían en mí y en las instituciones, en ese orden. Sí, no tenía idea de que mi tal pariente usara mi hombre y mi figura, porque me cuentan que se disfrazaba de mi persona para cometer ilícitos, si es que los cometió, y si es, cosa todavía no probada, que hubo ilícitos en mi temporada de gobierno. Así fue, sólo así fue.

Reportero: ¿Y su secretario particular, que anda prófugo por estar involucrado con el narco? ¿Y lo de los asesinatos? ¿Y...?

(Consejo: hay veces que los preguntones son muy rápidos, y apenas se desanda uno, ya le colocaron temas difíciles. En esos casos, lo adecuado es la estrategia "Al que madruga Dios no lo oye".)

Funcionario (o ex): Le responderé con gusto, ¿y sabe por qué? Porque la confianza entre gobernantes y gobernados es uno de los grandes logros de mi administración. Ustedes han sido testigos de cómo el país entero confió en mí (si hacen gestos de protesta, usted póngale todavía más dulzura a sus palabras). Y confiaron en mí porque el país se ha desarrollado lo suficiente como para dar a la relación de sociedad-gobierno el sello del avance democrático. Se los digo con aprecio: todas las preguntas serán contestadas. Pero a su debido tiempo, que ya vendrá.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Carisma mediático

Por: CARLOS MONSIVÁIS
Preguntas como una guía para evaluar el carisma mediático, el único realmente existente (si uno no la ve en pantalla, la persona no existe). No contestes ahora, no contestes después. Ya es tiempo que las preguntas no te obliguen a nada.

1. Estás, en un auditorio o ante la pantalla, ante un político calificado de inminente, es decir, del que se esperan grandes cosas o, mejor, pequeñas cosas con grandes presupuestos. Entonces:

- ¿Te fijas en sus palabras o estás convencido (convencida) de que un político no habla para decir sino para bendecir?

- En las pláticas con tus amigos, ¿le asignan un valor a sus conceptos?

- ¿Cuando hablas de un político, el que sea, sueles comentar: "¡Qué inteligente es!"? ¿Cuándo fue la última vez que le concediste atención no a las acciones o al fracaso de ellas, sino a las ideas?

- Según varios comentaristas de radio, las mejores ideas se expresan con un buen traje y un mejor perfil. ¿Es esto cierto?

- ¿Qué registras más: la aparición de las imágenes y menciones de un político en la televisión, o la frecuencia con que sus puntos de vista críticos te ayudan a entender el presente?

- ¿Te gustaría que hubiese encuestas en las que se indagara en la popularidad del pensamiento filosófico de un político? Se podría empezar con el presidente de la República.

- Cuando al político se le entrevista, ¿lo que contesta tiene que ver con las preguntas del interlocutor o es parte de un discurso memorizado que ni siquiera se toma la molestia de escuchar?

- ¡Fíjate bien! El político (el presidenciable) está frente a las cámaras y micrófonos y comienza su discurso. Tú te dispones al aprendizaje, ¿cuánto de lo que dice ya lo habías oído o todo te suena a nuevo el único minuto que le prestas atención?

- ¿Te acuerdas de la última vez que exigiste que los políticos fueran inteligentes? ¿Y por qué te fastidiaron las carcajadas de tus amigos?

- Un presidente de la República lúcido y autocrítico es una pica en Flandes. Hasta aquí, bien, ¿pero qué es una pica en Flandes? ¿Qué necesidad hay de metáforas estorbosas cuando todo puede ser sencillo como la vida? Ya no se puede decir "sencillo como el agua" desde que escasea tanto.

2. El carisma, que tantas referencias consigue, es un término inasible o por lo menos tan indefinible como la crisis y la rapidez con que se ha resuelto. Ponte listo, ponte abusado, ponte genial, y responde o cállate lo que quieras:

- ¿El carisma va con el puesto o hay la posibilidad remota de un carisma sin sostén presupuestal?

- Un candidato o un precandidato necesita de varios cuerpos de asesores bien remunerados, con los cuales debe pasar algún tiempo al día o a la semana. Pero si su asesor principal es el espejo, ¿éste recibe salario? (Pregunta metafísica.)

- El carisma, se dice de varios modos, es la cualidad de la persona que consigue la atención unánime en el momento en que entra en una habitación, lanza un discurso o se queda, sin haber hecho nada, aguardando la ovación que llega de inmediato. Si esto es cierto, ¿puede hablarse de un carisma genuino, de un carisma chafa o de un carisma carismático?

- Alguien aparece muchas veces en televisión, sin que venga a cuento, aunque esté en una cuenta, ¿puede hablarse de su carisma, de su capacidad para atraer buenas voluntades nomás porque sí, o de las sospechas de los seres que nunca aceptarán que la excelencia puede estar acompañada de muchísimo dinero, pero no por eso deja de mostrarse dadivosa?

3. Las encuestas son el paraíso del rigor científico. Supongo que ni tú y, desde luego, ni yo hemos encontrado una encuesta de la que sospechemos en lo mínimo. A este respecto, puedes ser sincero y abrirnos tu corazón:

- En la encuesta de la mañana, el político que busca la Presidencia tiene 89% de aprobación directa; en la tarde goza de 94%; en la noche dispone de 99% y ya para la madrugada está cómodamente instalado en 116% de aprobación. ¿Hay algo que te suene raro?

- Las encuestas para 2012, el año que viviremos candorosamente, son lo más parecido a la moda del chip como forma aristotélica de la conciencia. Una reciente da el siguiente resultado: el candidato del PRI tiene 90% de las intenciones de voto; el candidato del PAN tiene 87% de las intenciones del sufragio; el candidato del PRD goza de 80% de las simpatías para las casillas. ¿Crees que alguno de estos datos esté falseado?

- ¿Es verdad como lo es, y por eso es verdad, que en la privacidad de tu fuero íntimo (dos cosas distintas) tú dedicas parte del tiempo a hacer tus propias encuestas sobre tu popularidad, basándote en los métodos estrictamente científicos de las compañías encuestadoras más confiables, y que de esas autoencuestas desprendes, por ejemplo, que 75% de quienes te conocen, incluidos tus padres, desearía haberte conocido antes; 100% de los que no te conocen se arrepentirá por su ignorancia; 60% de los que tú consideras tus mejores amigos, cuando no estás presente, habla bien de ti, incluso muy bien, pero nunca se acuerdan de tu nombre o de tu aspecto; 50% de los que recién te han sido presentados están dispuestos a jurar que desde el momento en que te vieron se dieron cuenta de que tú eras distinto a todos, aunque no saben explicar por qué y están un poco aturdidos ante tu insistencia: "Perdona, ¿a quién te refieres?"?

No tiene la culpa el Diablo

Por: CARLOS MONSIVÁIS

Pape Satan Pape. Satan aleppe

Dante Alighieri

Me doy tregua y no abordo el tema omnipresente: el desmoronamiento del país. Y prefiero un tema que sobrevive porque no sólo han de fracasar las fuerzas del bien.

— En mi tradición teológica el Diablo nunca jugó papel alguno. De niño lo asociaba con estampas de cuentos, reproducciones de Posada, delirios de monaguillos. A ninguno de mis compañeros les oí jamás hablar del demonio, que por lo visto desde hace mucho no forma parte de la cultura urbana. Lo que sí, el adjetivo diabólico calificaba con frecuencia crímenes o, muy de vez en cuando, inteligencias y comportamientos.

— El Diablo como obsesión teológica fue engullido por el cine. No sólo pienso en El exorcista o la interminable serie de La profecía (The omen), en la que el demonio, el Anticristo y la niñez inteligente son una y la misma cosa. Hollywood, desde Intolerancia de Griffith, y el cine europeo con La brujería a través de las edades representan el demonio en forma tan carnavalesca que obstaculizan su influencia sobre la gente. El cine banalizó primero y trituró después a Satán.

— Lo más perdurable del demonio es la leyenda fáustica. Los más incrédulos en algún momento se sienten Fausto, y quieren cambiar su alma por la juventud. Si el demonio no tentó a Jesús, sí tienta y con energía a los millones de Faustos, insatisfechos con la edad y con la falta de una pasión arrebatadora.

— A cambio del demonio, que se extingue en el humor masivo con llamas y tridente y colas y cuernos, el mal se impone como realidad en el siglo XX. Hitler, Stalin, Mao, Pol Pot son sus emanaciones, y al mal no lo desgastan ni el cine ni la novela, ni El silencio de los inocentes. El mal está en la tortura, en la nota roja, en los asesinatos. Lo demoniaco es el museo del mal.

— El Satán que tienta a Job es más un fiscal que valora el alcance de la virtud humana que un ser malo empeñado en destruirlo. Sin embargo, la rebelión de los ángeles, tan bellamente descrita en la pintura de los siglos XVI y XVII, y tan admirablemente grabada por Doré, es uno de los momentos portentosos de la mitología, tanto que es complicado creer en su contenido alegórico. Si esto no sucedió, el mal se empequeñece. ¿Cómo prescindir del sueño de la existencia real de Belcebú, el señor de las moscas? Exclama Darío en Los motivos del lobo: “¿Te ha infundido acaso su rencor eterno Luzbel o Belial?”

— La muerte de Cristo garantiza la victoria final del bien sobre el mal. ¿Pero qué pasa mientras? ¿Tenemos que esperar al fin de los tiempos, a la victoria de la angelología? Recuerdo versículos 8-11:

“Otra vez le pasa el Diablo a un monte muy alto, y le muestra todos los reinos del mundo, y su gloria.

“Y dícele: todo esto te daré si postrado me adorares.

“Entonces Jesús le dice: Vete, Satanás, que escrito está: ‘Al Señor tu Dios adorarás y al Él sólo servirás’.

“El Diablo entonces le dejó, y he aquí los ángeles llegaron y le servían”.

Pero, arguye el ser humano, eso lo hace Jesús porque es Dios, ¿y yo por qué tendría que rechazar la oferta? Y aquí se instala la mercadotecnia de Satán.

— Satán en hebreo es oponerse. La Septuaquinta traduce Satán por diábolos y da origen a la voz diablo. Es el tentador, el impostor, el memorioso, el aspirante original a la inmoralidad. En la tradición judía forma parte de la atmósfera interior. En la cristiana radica en el infierno, el lugar bajo la tierra. Dice el Salmo 109, vers. 6: “Pon sobre él al impío, y Satán está a tu diestra”. Son lo imperdonable, según segunda de Pedro 2:4: “Porque si Dios no perdonó a los ángeles que habían pecado, sino que habiéndolos despeñado en el infierno con cadenas de oscuridad, los entregó para ser reservados al juicio”. Y en la epístola universal de San Judas Apóstol capítulo 1 (y único) versículo 9 se afirma: “Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando sobre el cuerpo de Moisés, no se atrevió a usar de juicio de maldición contra él, sino que dijo: ‘El Señor te reprenda’”. Y un poco antes San Judas señala las penas carcelarias asignadas a los rebeldes: “Y a los ángeles que no guardaron su dignidad mas dejaron su habitación, los ha reservado debajo de oscuridad en prisiones eternas hasta el juicio del gran día”.

Y Apocalipsis 12 del 7 al 9:
“Y fue hecha una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles lidiaban contra el dragón, y lidiaban el dragón y sus ángeles. Y no prevalecieron, ni su lugar fue más hallado en el cielo. Y fue lanzado fuera aquel gran dragón, sin serpiente antigua, que se llama Diablo y Satanás, el cual engaña a todo el mundo; fue arrojado en tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él”.

— Según el Corán, el pecado del Demonio fue no inclinarse ante Adán. Para otros, el pecado del Demonio es su transparencia: es una fábula que disimula la existencia del mal, es un lenguaje cifrado de grupos judíos, es una manera antigua de nombrar males neurológicos (en el caso de la posesión).

— Cada vez más, el Demonio es un recurso de las series de terror, más infinitas que el pecado. Es de hecho un género fílmico, algo devaluado por previsible, lo que quizá explique por qué la película de Alberto Isaac, titulada originalmente Viejas jijas del demonio, se llamó al final El rincón de las vírgenes (sobre el cuento “Anacleto Morones” de Juan Rulfo). Pero el salto “dialéctico” se ha dado en la cultura popular y el Demonio, en vez de tentar conciencias, se dedica a sembrar el pánico en butacas y sofás. Si, como reconoció el Vaticano brevemente, el Infierno es en rigor la ausencia de Dios, el Demonio es ya la ausencia de atributos en verdad temibles.

— El genocidio le quitó al Demonio la titularidad del horror y ya nunca más la ha recuperado. Y el sicoanálisis despojó a Mefistófeles de la arrogancia de suponerse el dueño secreto y público de la conciencia. Por un lado, las realidades de la destrucción de lo humano, y por otro, la certeza de que no hay fuerzas del Averno superiores a los desequilibrios y desastres anímicos.