domingo, 28 de junio de 2009

Tristísimo panteón, yo te saludo

28 junio 2009


En unos cuantos meses, varias instituciones nacionales se han ido al diablo, enviadas a tan distante o cercano lugar por sectores amplísimos de la ciudadanía e incluso de la preciudadanía (los niños también no votan). La profecía autocumplida: tanto decir que nadie cree en nada y resulta que los encargados de la convocatoria de la fe son los más escépticos: “La gente ya se cansó de que le vean la cara y no soporta un minuto más su resignación”. Donde dice gente debe decir yo mero.

Como el tema es inevitable, ofrezco una lista sumaria de algunas instituciones y parainstituciones enviadas al diablo en estos días:

La transición democrática

¡Cuánta sabiduría desperdiciada! ¡Cuánta sagacidad politológica que se desvanece en las brumas de mesas redondas, coloquios, simposios, paneles televisivos, artículos, sesudos ensayos de extensión que prospera al ritmo de las alegrías teóricas! Hacia allá vamos, se dijo durante décadas, hacia la democracia que, definida con celeridad, quería decir el nuevo tiempo histórico, o la nueva perspicacia social, o la relación directa entre confianza y conteo de votos. Y se tomaban como signos de esperanza el que un candidato del PRI ganara sólo con 70% de los votos, o que alguien se insolentara con el alcalde. Eso, al principio, luego la crítica fue lo más común, así no fuera lo más atendido, el PRI perdía en algunos lados, la oposición ya no se sentía tan excluida y…

Hacia allá, hacia la transición, se iba entre el río de ponencias y de artículos que alegaban lo mismo pero con cifras renovadas: “El 34% de los encuestados estuvo de acuerdo: si Pericles viviera con nosotros estuviera”. En un momento dado, se creyó en lo definitivo del avance; sacaremos a este buey de Los Pinos, gritó Vicente Fox, que fue presidente, hecho fatídico que se recuerda para que al país no le dé por envanecerse, y en el 2000 se volvió sonido triunfal el rumor de las tesis, las ponencias, los debates. Eso mientras la derecha analfabetizó las cimas del poder: donde dice “teoría del Estado” debe decir “¿Y yo por qué?”.

* * *

Nueve años después, el tumulto incesante de papers ya no vierte su lucidez en el análisis de la transición, sino en variantes del desencanto: la transición a la regresión, el salto hacia atrás para algún día tomar vuelo, y me perdonas que interrumpa este diálogo pero aún no termino mi ponencia sobre “Desánimo y frustración a la hora de la crisis”.

Los partidos políticos

Un régimen de partidos. En la marejada de renuncias firmadas al candor, vayan o no en dirección al voto nulo, el régimen de partidos se deteriora o fragmenta. ¿Quién le cree a un sistema que hizo a un lado la ideología para que nada más cupiera la mercadotecnia? En lo que va de la campaña de 2009 las ideas y los proyectos de nación del PRI, del PAN, del PRD y del Verde Ecologista, estos últimos promotores de la pena máxima al presupuesto de la nación, no han hablado ni por llenar el tiempo de algo parecido a problemas y soluciones. Todo se ha ido en consignas: “México, creo en ti porque me tienes de candidato/ Fulano, te llevarás a la tumba mis promesas/ Vota por el partido que mejor represente los intereses de la religión de tu infancia, de la verdadera religión, el partido que resguarda la vida de la criatura desde el día en que los padres se conocieron hasta la impartición de los santos óleos”.

Hágase historia: el sistema de partidos se desenvolvió mal pero sin demasiados escándalos hasta la irrupción del narcotráfico, la megaindustria que reinventa el pecado original. Y con el narcotráfico vino la sospecha, el equivalente actual del pecado mortal: “Se dice que el narco le pagó su campaña/ La gente sospecha del alcalde porque no se le conocen nexos con el narco. ¿Con quién o en qué estará metido?/ Esa casota no la hizo con su sueldo de inspector de aduanas. Me sospecho otra cosa/ ¿No se te hace sospechoso ese mall siempre vacío y los dueños de los negocios tan prósperos?”.

La sospecha es la más canallesca de las generalizaciones, y en esta época es también la más ubicua. El que sospecha se siente a salvo porque su actitud es una “declaración de bienes”: sospecho y este recelo me salva. Pero la sospecha alcanzó a las campañas electorales y a las administraciones y a las instituciones y a la riqueza misma, esa que antes venía del cielo, precedida de la bendición de los clérigos. Y la sospecha sitúa a los partidos como el archivo probable del sospechosismo (gracias, senador Creel, por esa contribución lingüística). Sospecha, sospecha, que algo queda.

La ineficacia probada

Y aun sin la sensación de que el delito es el oxígeno alterno de la República, ¿quién niega la profundidad del desencanto? Lo mínimo que se les pedía a los gobernantes era la eficacia institucional, pero, oh, CEO del Averno, los encargados de guiar a la nación en sus distintos niveles ni son eficaces ni resultan confiables. De buenas familias sí, algunos, si por buenas familias se entiende las que llevan haciendo negocios con el gobierno desde hace más de 30 años; de posgrado en ristre bastantes, y con el conocimiento suficiente como para que la vanidad no desplace a la soberbia; de vida social cuantiosa, sin duda alguna, en dónde más podrían comentar la grandeza con que salvan a la patria, ese concepto tan envejecido. Todo esto sí, pero eficaces, pues francamente no. No se trata de que ignoren la historia, la cultura y las necesidades del país, es que han invertido toda su sabiduría en el aspecto, los gestos, el amor por el currículum, el desprecio por el populismo (no les pidan que lo definan), y a fin de cuentas se han quedado enfurecidos cada que deben aclarar un asunto. For God’s sake, no se puede aceptar al mismo tiempo el puesto y las responsabilidades. Gimme a break.

domingo, 21 de junio de 2009

Profecía a la entrada del sorteo de las ruinas De la ciudad mexicana del siglo XXI

Por: CARLOS MONSIVÁIS

Tal vez sea más práctico un epitafio que una profecía. ¿Qué vaticinio se sostiene ante esa incógnita, desmedida, la ciudad latinoamericana del siglo XXI con su mezcla de alta tecnología y miseria, de globalización y perdurable explosión demográfica, de americanización y aferramientos nacionalistas? Por lo menos, ya sabemos a qué atenernos respecto a la gran ciudad latinoamericana del siglo XX. Casi por doquier, y con excepciones disminuidas por la sobrepoblación, el mismo paisaje interminable:

- el horizonte de las franquicias, de McDonalds a Blockbuster a Domino's Pizza;

- el infinito de las barriadas populares (chabolas, pueblos jóvenes, ranchos, colonias populares, ciudades perdidas, favelas) donde la lucha por la vida es una variable dependiente de los índices de empleo;

- el despilfarro y la ostentación de los edificios post modernos que reúnen la magia de lo hecho en serio y la fantasía de la fuga de la ciudad en que se vive rumbo a la ciudad idéntica en donde se desearía vivir;

- los embotellamientos donde el automovilista y los pasajeros de los autobuses se sumergen en el verdadero idioma del vértigo urbano, la lentitud... En materia de megalópolis, un método de negociación con la pesadilla es asilarse en el epitafio.

¿De dónde voy a sacar tiempo para hallar espacio?

Por sobre todas las cosas, las megalópolis latinoamericanas del siglo documentan la victoria del espacio sobre el tiempo. Tiempo habrá siempre, espacio ya no. Mientras las urbes se extienden hasta alcanzar la meta de lo inagotable, los habitantes se restringen a departamentos y casas pequeñas; los millonarios y los multimillonarios comparten el espacio amplísimo con sus medidas de seguridad y sus guardaespaldas y su certidumbre última: la soledad perfecta de un triunfador exige en el cuarto de al lado veinte personas convenientemente armadas. En las ciudades latinoamericanas del siglo XX se viajó de la convivencia familiar al autismo televisivo, del goce de los llanos al recuerdo vago de los cielos azules y las regiones transparentes, de la familia tribal a la familia nuclear, de la numerosa descendencia a la parejita de niño y niña o al hijo único, de la intolerancia a la tolerancia iniciada como resignación, del patio de vecindad como ágora al encuentro apresurado en el condominio, del culto a la honra a la estrategia del adulterio como revigorización del matrimonio, del aprecio de lo moderno a la metamorfosis de lo tradicional en lo bellamente decorativo, de la gana de provocar la envidia al miedo desvariado de incitar la codicia de los extraños.

¿QUÉ DE DÓNDE AMIGO VENGO? DE UNA TRADICIÓN QUE TENGO ESCONDIDA EN EL BURÓ
¿Cómo se seleccionan las tradiciones de los alejados del Centro? ¿Qué saberes acumulados, frustraciones, desencantos y esperanzas aguardan a los recién llegados a las ciudades? ¿Cómo se vive la conciencia del barrio (arquitectura incluida), y en qué se diferencia un barrio de un ghetto? ¿Cómo se adaptan e incorporan los migrantes a la movilidad social? ¿Y cuántos de ellos lo hacen?

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En el siglo XXI la unificación urbana lo es todo en América Latina, ya inevitable la ciudad única repartida en inmensas concentraciones demográficas donde circulan las mismas películas, se oye (en cerca de un 70 por ciento) la misma música, operan las mismas compañías trasnacionales, se padece la misma privatización salvaje, se sufren los mismos desastres ecológicos, se viven niveles semejantes de desempleo y subempleo, agravados ferozmente por la crisis.

EPÍLOGO DONDE SÓLO PARTICIPA LA CIUDAD DE MÉXICO

En el principio y ante la tardanza del dios cristiano, Huitzilopochtli y Tláloc, deidades aztecas, crearon los cielos, la tierra y los centros ceremoniales, y en la tierra (llamada así porque su componente mayor era el agua) la nación mexicana, un producto de la diosa Demografía, estaba desordenada, pero nunca carente de pueblo y de contenidos, y lo primero que hicieron los dioses en su empeño de beneficiar el aspecto de la primera ciudad fue crear un Centro, a sabiendas de su poder de convocatoria (la obligación mayor del Centro es trazar la existencia de los alrededores) y pronto Tenochtitlan estuvo poblada y ordenada a su modo muy de vanguardia y luego vino la creación de la Provincia para fomentar las migraciones a la gran ciudad.

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Asamblea de ciudades. Una ojeada somera a la acumulación de almas, recursos naturales, edificios, instituciones, calles sobrepobladas, estadísticas que bien podrían ser vagones concurridos del Metro; problemas acuíferos, movimientos sociales y políticos, asentamientos urbanos que en un descuido van a declarar su identidad genuina de ciudades en toda forma, desastres que o se previenen o se estimulan (ya va a dar lo mismo), cifras que aturden, cifras que exigen la vida entera para asimilarlas, ¿pero de veras vive junta tantas personas y tantos vehículos?; zonas administrativas que en su siguiente reencarnación serán megalópolis, tránsito que en su existencia anterior fue el Mar de los Sargazos, cuatro autos por cada diez personas (dato aproximado y ya congestionado), parque vehicular que se acrecienta anualmente con doscientos mil automóviles; problemas (graves) de contaminación, intensificación de la segregación socioespacial, asentamientos irregulares que se vuelven organismos regidos usualmente por la autoconstrucción; orgullos citadinos que culminan con los habitantes como especies en extinción, mancha urbana que en un descuido llega a la Frontera Norte disfrazada de migrante ilegal, automóviles de los que en un futuro tal vez cercano se dirá: "Eran el medio de transporte favorito en la ciudad, hoy son partículas del gran cementerio", automóviles que causan el 84 por ciento de la contaminación; burocracia cuyo ritmo de crecimiento ha sido más que superado por el desempleo, conciencia ciudadana que -no obstante el alud de apatía y cinismo- crece con regularidad, tolerancia que se vuelve crecientemente un "ecosistema" psicológico, moral y cultural, extravagancias que de tan multiplicadas ya no se advierten, violencia que es consecuencia del capitalismo salvaje, de la naturaleza humana, del neoliberalismo, del tamaño de la urbe y de los roces de la aglomeración...

domingo, 14 de junio de 2009

'¿De quién fue la culpa? No quiero saberlo'

Por: CARLOS MONSIVÁIS
No hay, ni, por lo visto puede haber culpables en la tragedia de la guardería ABC en Hermosillo, si acaso en azar y su informalidad devastadora porque la ciudad en sí misma carece de responsables de lo que sea, y porque las guarderías son territorio del accidente. Algunos discreparán de lo anterior, pero la PGR, el IMSS, el GDS (Gobierno de Sonora) y otras siglas intachables ya lo han dicho. La PGR por ejemplo, asegura: "Podrían configurarse delitos culposos, pero nadie irá a la cárcel por el caso de la guardería. El incendio no fue intencional; si hay delito se alcanzaría fianza". El secretario de Desarrollo Social, Ernesto Cordero, arriesga toda su lucidez: "Deseo de corazón que no haya accidentes en estancias de Sedeso". Se supone que acto seguido nombró a su corazón Comité de Vigilancia.

No hay culpables sino héroes declarativos, del equipo de salvación de la humanidad, hay funcionarios de buen corazón que acuden al lugar devastado y dan el pésame, y miran caritativamente a las dos madres que dejaron entrar y les extienden su compasión como cubriéndolas con el manto de todas las devociones. El funcionario otorga el pésame, con copias a los Medios y dos para el Archivo de Qué Mala Onda (los damnificados cambian un pésame del alto funcionario por cien de sus vecinos), y el Encumbrado Político otorga dos o tres abrazos breves, pero suntuosos y reparte condolencias y no se preocupa si no se las devuelven, son condolencias con las que pueden quedarse los interesados.

No hay culpables. El funcionario lo dice con gestos de pesadumbre: "Si quieren un consuelo adicional, búsquenlo en la religión, mis ayudantes les darán los domicilios o los correos electrónicos de los templos más próximos, y aguarden los favores del Seguro Social que vienen envueltos en las sedas de buena voluntad, son a su modo grafitis en las paredes del alma, los últimos muros desocupados sobre la tierra".

(A propósito de condolencias, recuerde señora, téngalo presente señor, no se les olvide jóvenes cuando dejen de serlo, al antiguo Presidente Vicente Fox, el tesorero del Voto Útil que en ocasión de la tragedia de Pasta de Conchos les dijo a un grupo de madres de familia, es de suponer de familia aprobada por Dios o el partido en el Gobierno, algo conmovedor: "El Gobierno a mi encargo las quiere mucho por su sencillez y les comunica su pena por la muerte de sus deudos"

No hay culpables en la tragedia de Hermosillo. ¿Podrían existir? El IMSS no lo es desde luego, el IMSS es institución y la culpa en todos los casos desde el principio de los tiempos es de los hombres, y ahora también de las mujeres. La subrogación tampoco porque es iniciativa de funcionarios para nada adeptos al error, que han visto en las guarderías subrogadas la devolución del cuidado de la tierna infancia a los que sí saben hacerlo, los funcionarios. Ya el señor director del IMSS habló de los cincuenta millones de pesos que el Gobierno tiene destinado para los niños de aquí a que fallezcan a la edad en que eso acontezca. De veras que no merecemos, me corrijo, de veras que no merecen estos niños tanta misericordia, sobre todo porque no habiendo culpables, el Gobierno asume una culpa que no es suya y que no existe, para acabar con la maledicencia de los que no están de acuerdo con la infalibilidad de las decisiones gubernamentales.

No hay culpables. El Presidente Calderón confía en las guarderías subrogadas: "Son excelentes opciones y no cuestan carretadas al Estado. Casas particulares o cocheras son adaptadas para brindar atención. Los padres de familia pueden estar tranquilos con ese servicio". Calderón también se enorgullece de "la sociedad subrogada" y de "las elecciones subrogadas", ya encargadas por contrato a los partidos políticos, que dado el nivel de su inteligencia podrían también subrogar neuronas. Y por eso culpar a contratistas subrogadores por su rapacidad es tanto como demandar a Caín por la falta de documentos de adquisición y venta de la quijada de burro y eso sí que no.

No hay culpables. México requiere de un Estado débil y un empresariado vigoroso, al que tonifica a diario la agonía del Estado débil. Por eso dan lástima, el pórtico de las campañas de odio, los populistas que exigen el fin de las guarderías subrogadas, sí cómo no y con qué otra van a salir, con que ya no quieren una nación subrogada, con que dudan de la omnipotencia del salvador de la humanidad, la crisis nos ha hecho los mandados ("Ve y tráete unos chescos"), la economía, oigan a Carstens sigue un rumbo seguro, el de la eternidad a corto plazo, la más productiva o rentable, la eternidad a largo plazo no está a la alza en el mercado cambiario.

No hay culpables, ni favorecidos, ni empresarios voraces, ni políticos que se casan para ser felices y para que sus mujeres los representen en los negocios (no se ha determinado el orden de estas metas). A una familia la puede llevar al éxtasis financiero sus relaciones consanguíneas, pero oponerse a las ayudas entre parientes es como si se quisiera talar todos los árboles genealógicos disponibles, quedan tan pocos que sería un ecocidio oponerse a las ayudas entre familias.

No hay culpables. Hay sí fuerzas malignas que acusan al Subrogato de la República, ustedes quizás no han oído este término, pero es porque nadie ha querido subrogarlos, dense cuenta de su nulo sitio en la sociedad, ni siquiera necesitan el nulo voto, basta con que nadie los subrogue. ¡La República ha muerto, viva el Subrogato!

No hay culpables. El secretario de Energía que algo debe saber de algo, de otro modo no sabría nada y seguiría siendo secretario de Estado, pero sin saber lo que dice, con lo cual estaría a punto de no decir para poner de relieve que lo que no sabe es lo que estuvo a punto de intuir, y que se me perdone este viaje por las suposiciones porque quise ayudar al señor secretario con la esperanza de que algún día sepa algo

domingo, 7 de junio de 2009

La vida es un manual de autoayuda

Por: CARLOS MONSIVÁIS

Los manuales de autoayuda, la aportación más grande a la civilización desde la invención de los principios y los finales, que así aunque parezcan cumplir otros propósitos también son formas de la superación personal. Cito algunos muy recientes.

Escribir best-sellers es una tarea grata que sólo exige tener en mente los índices de venta, la gran preocupación estilística de nuestros días. Eso ha entendido a la perfección el joven Enrique de la Torre, politólogo autor de varios volúmenes sobre teoría de la desocupación forzada en los cementerios (Déjenlos en paz que ya honraron a la patria) y articulista de éxito lleva tiempo queriendo escribir un best-seller, no un libro entiéndanlo, lo que cualquiera puede hacer, sino un best-seller, tarea que requiere dominio de temas que subyuguen, hechicen, fascinen o, si no se puede nada de lo anterior, por lo menos hipnoticen a lo largo de los históricos quince minutos. Hasta el momento, el joven Enrique no ha conseguido su meta, entre otras cosas por no haber sido nunca político en desgracia, ex Presidente de la República, corredor paraolímpico del presupuesto o empresario defraudador. Sí que es difícil atraer lectores cuando lo único que se tiene es grandeza literaria.

El joven E. ha terminado su intento notable de best-seller, Lo grabé mientras dormía, el relato de Fermín Alcántara, un videoasta especializado en grabar a personalidades destacadas mientras se entregan al sueño reparador. Alcántara, describe el joven E. en las escasas novecientas páginas de su documento, está convencido: nadie sabe el bien qué tiene hasta que lo ve dormido. Las personas destacadas, insiste el personaje, sólo revelan su personalidad al dormir, porque las palabras mienten, los gestos de la vigilia adulteran los mensajes, la mirada firme puede tambalear, pero lo que no falla son los movimientos en la etapa onírica. Por eso, y por medio de una serie de conexiones con la delincuencia organizable, Alcántara ha logrado la mayor documentación onírica que se conoce. Allí están, en el momento de rendir las armas de la vida consciente, el Poder Ejecutivo, el Gabinete Presidencial, los Gobernadores, los Ministros de la Suprema Corte de Justicia, los cantantes que saben reconocer un do a simple oído. El resultado es formidable porque en este libro visual que no documento fílmico, los personajes cambian de postura, acarician la almohada como si fuera el poder o la cachondería, adoptan poses fetales y poses fatales, sonríen ante una cámara que no ocurrió, se transmiten secretos en forma gutural, etcétera. Un libro que es tan excepcional que no necesita de impresiones sino de DVD's.

¡Oh dolor! El joven Enrique no ha incluido en su panorama de gestos a los propios del secreto que todos quieren conocer. Un político entrevistado por esta sección comentó: "No grabó a ningún ex Presidente en el momento de comentar sulfúricamente a otro ex Presidente, no sale nadie recibiendo dinero en botes, no se ve a grandes ejecutivos solventando los gastos de un compló contra un candidato presidencial populista, nadie se ciñe la Banda, ni juega a ser el astabandera

LA MISIÓN POR EXCELENCIA: NO DEJAR EN PAZ A LA RESIGNACIÓN QUE NOS HABITA José Arriaga Salmerón, muy probablemente el modelo de pensador laboral de la nueva época, considerado por todos sus confesores como el representante más puro de la Fe en un mundo sin brújula, ha dado a las prensas su más reciente opúsculo, No finjas. Ya te conocí. A ti te hablo. Ve y cumple tu misión (Editorial El Hilo del Rosario. México, 1521-2010), que ya se reparte como otro aliciente en esa ruta de la paz consigo mismo. El libro expresa la gratitud de los trabajadores al generoso aumento de dos pesos en el salario mínimo, un don semejante a la certeza de que nada más el que no trabaja puede rezar sin oportunismo.

Arriaga Salmerón es de la vieja escuela. No cree en la mercadotecnia, ni en los golpes efectistas. Lo suyo es la reflexión que viene desde dentro y no se detiene en el brocal del pozo, para emplear una de sus frases más quisquillosas y retozonas. Empresario generoso y compartido, reparte su sabiduría entre los obreros:

Lector amigo, te voy a contar una de mis experiencias, a ver si te anima. Cuando yo cumplí treinta años, le pedí a mis padres permiso para salir al parque, porque se me antojaba un paseo. Papá Clodomiro y Mamá Ligia Fabiola se me quedaron viendo con alarma. "¿Estás seguro de lo que pides?", me dijeron a dúo. "El diablo tienta a los débiles y a los fuertes por igual. Tú te sientes al frente del control de tu carácter, pero hasta ahora has vivido protegido y sin enfrentarte al Coro de las Cien Diablesas con Zapatos Azules de Tacón Alto, que es el nuevo sinónimo del Maligno. Pero si quieres podemos otorgarte el permiso con una condición: Merécelo". Me pusieron a prueba los siguientes diez años, y al cabo de ese tiempo me llamaron y me informaron: "Hijo nuestro (siempre hablaban en plural), te has ganado el derecho de ir al parque, y puedes llevar a uno de tu y nuestra progenie, a cualquiera de nuestros once nietos."

Lector, esa experiencia de libertad ganada a pulso me conmovió profundamente. Al oír a mis padres supe que en mí había madera de líder, porque ya era digno de la más alta de las misiones: asegurarle a los mozalbetes que en los designios de lo Alto no hay salarios mínimos ni máximos, sólo la satisfacción del deber cumplido. Vivimos en la crisis, que es la continuación del infierno por falta de medios, seamos dignos de la época ofreciendo como dádiva a los demás nuestro sacrificio salarial.